sábado, 26 de noviembre de 2011

¿En qué consiste respetar la voluntad o la naturaleza de los otros animales?

Estoy convencido de que nuestro trato a los demás animales es muchísimas veces incorrecto, moralmente incorrecto. Me bastaría con el argumento (de genealogía utilitarista, y tan defendido por Singer) de que un ser racional, que considere que el dolor es un mal, tiene la obligación moral de universalizar su juicio y considerar que el dolor es un mal allí donde se dé, independientemente de motivos irrelevantes, como serían la pertenencia a una u otra especie, porque lo contrario sería una discriminación injustificada (especismo). Es más, yo creo que, más allá de la capacidad de sentir dolor, las cosas tienen propiedades (por naturaleza) que las hacen intrínsecamente valiosas, y merecedoras de un determinado trato. El valor es una propiedad natural, superveniente a otras propiedades.

Ahora bien, esto deja muchísimo margen a la discusión.
Si nos limitásemos al argumento del dolor (y sin aceptar, ni mucho menos, la postura cartesiana -recientemente reconsiderada por algunos con el argumento del holismo de las actitudes intencionales-, según la cual los animales no tienen ningún tipo de consciencia), ¿habría realmente razones para no comer mejillones? ¿Es creíble que haya en los mejillones algo como la conciencia del dolor?

Pero ahora querría plantearme (y plantear al posible lector) otra cuestión, más radical o básica. A veces se dice que deberíamos tratar a los demás animales respetando su “voluntad”. No pongo en duda que la mayoría de los animales a los que domesticamos, usamos y nos comemos tienen, en mayor o menor grado, auténtica voluntad, entendida como la facultad de desear ciertas cosas y rechazar otras (y no meramente estados sentimentales, o sea, placer o dolor, sino cosas más sustantivas, o proyectos). Podría reformularse esta exigencia, incluso, como diciendo que deberíamos tratar a los demás animales (y cosas) según su naturaleza, respetando aquello que por naturaleza les es típico y adecuado. No pongo en duda esto. Lo que planteo es cómo determinar qué interacciones mías con otros animales (o cosas) respeta su “voluntad” o naturaleza. ¿Cómo determinar esto?

Por supuesto, hay cosas que son manifiestamente dañinas para un animal, y van contra su naturaleza. Es dañino para una vaca que se le retire su cría; es dañino para un cerdo vivir enjaulado y sobre una rejilla por la que se evacuan sus excrementos y donde mueren aplastadas sus crías; es dañino para una rata provocarle un cáncer o someterla a descargas eléctricas. Incluso es muy fácil ver que el animal encuentra esas cosas muy dañinas: su conducta es similar a la que tendría yo sometido a algo así: estrés, muestras de dolor, etc.

Pero ¿es simplemente dañina para una especie de animales cierta “domesticación”, entendida como el cuidado del animal (cuidado veterinario, por ejemplo), a cambio de obtener ciertos beneficios (en forma de trabajo, leche, etc.)? ¿No puede ser, más bien, muy beneficioso para ciertos animales trabajar para o en colaboración con el ser humano? Hay en la naturaleza muchísimos casos de mutualismo (hasta llegar a la simbiosis) que hace más fácil la vida a los animales implicados, y no parecen ir contra su naturaleza o la voluntad.

A veces se dice que los animales no trabajan por su voluntad. Seguramente. Ahora bien, ¿trabajan por su voluntad todos los humanos, cuando van a sus fábricas u oficinas? En parte sí, y en parte no, claro. ¿Cómo determinar si predomina ahí la voluntad de que sí?
¿Aceptarían ciertos animales, cierto trabajo no explotador, a cambio de cuidados humanos? ¿Aceptaría una cabra ser ordeñada de vez en cuando, a cambio de ser protegida contra depredadores o epidemias? ¿Aceptaría un perro o un gato vivir con una familia, “privado de libertad”, a cambio de cuidados, alimento ycariño? Creo que no hay serios motivos para dudar de que muchas posibles interacciones entre animales y humanos (incluidas muchas formas posibles de domesticación y uso) no solo no van contra la voluntad y la naturaleza de esos animales, sino que incluso les son beneficiosas.

Si existiese en la tierra una especie muy superior en inteligencia a nosotros, y nos ofreciesen trabajar para ellos en condiciones de no explotación, a cambio de proveernos de toda su tecnología y sus conocimientos en todos los terrenos, en la medida en que nosotros pudiésemos entenderlos y usarlos, ¿consideraríamos perjudicial ese contrato y preferiríamos nuestra independencia? (¿No nos convendría, a los españoles, por ejemplo, que los alemanes se hiciesen cargo de una vez de nuestra gestión?)

Incluso la prescripción kantiana de no tratar a nadie como medio, consiste realmente (y así lo expresa Kant) en no tratar a nadie meramente como medio. Pero ¡claro que podemos usar correctamente a otros como medios, siempre que eso responda a su voluntad, o, si no es escrutable su voluntad, a su naturaleza!

Aquí hay la tentación (en la que se cae a menudo, por parte de los más extremistas en la defensa de los derechos animales) de creer que ninguna especie nos “necesita” para nada, porque están perfectamente adaptadas a la naturaleza; en general, la naturaleza no nos necesitaría para nada, porque hasta la existencia del depredador es muy buena para el conjunto. Toda la naturaleza sería un paraíso de perfecta convivencia y buen funcionamiento, si no fuese por el hombre. Este rousseaunianismo o sacralización de la naturaleza no humana me parece ya completamente desencaminado. Nos sobreestima y nos infraestima a la vez. La naturaleza tiene tantas imperfecciones o más que el hombre, y el hombre es tan natural como el resto.

2 comentarios:

  1. Planteas una cuestión muy interesante.

    Aquí hay la tentación (en la que se cae a menudo, por parte de los más extremistas en la defensa de los derechos animales) de creer que ninguna especie nos “necesita” para nada, porque están perfectamente adaptadas a la naturaleza...

    Yo no soy de esa opinión. Te dejo un link que más o menos indica mi posición (actual) al respecto: http://www.respuestasveganas.org/2011/08/argumento-no-debemos-intervenir-en-la.html

    Un saludo.

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  2. Hugo, gracias por el enlace. Lo he leído y creo que tienes razón en que se puede y se debe soñar con un futuro en que no haya ninguna violencia en la naturaleza. Al fin y al cabo, eso sería el paraíso en la tierra, como dicen las citas (por cierto, antes de Isaías y Moises, un mito sumerio hace referecencia a la Tierra Dilmun -el paraíso- donde el lobo no mata al cordero).

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